si bien es cierto que usted no me conoce, también es cierto que yo no la conozco, apenas la intuyo, imagino y presiento… y generalmente le escribo; sin ningún tipo de explicación o de causa eficiente o de una excusa lo suficientemente buena como para convencer a otros. A veces le escribo en mitad de la mesa de centro cuando se me derrama el azúcar, otrora cuando tengo el vidrio empañado en la bañera. Claro, dado mi desconocimiento sobre usted, me limito a imaginarla torpemente, como un dibujo infantil hecho con los dedos o crayones.
Así que en resumidas cuentas, tengo un conjunto de letras etéreas, envueltas en una botella que decidí ponerlas en la mar.
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