Debo aceptar que mis
conocimientos acerca de los árboles se encuentran cercanos al
cero absoluto, apenas podría identificar las diferencias entre
un pino y un cerezo -creo- este mismo nivel lo tengo acerca de las
hojas ramas y no tengo idea de que mas podría tener un árbol.
Pero debió ser hacia mediados de la primavera cuando por medio
de otros ojos comprendí esas pequeñas sutilezas de los
árboles; ella me indicaba cada nombre, cada hoja, a veces
dudaba un poco y en silencio tarareaba los nombres que ya había
dicho, me mostraba con cada dedo un nuevo árbol y lo que antes
para mi habían sido un cúmulo de hojas, ahora se
tornaba diferente; como si me estuviera aprendiendo el nombre de los
colores nuevamente.
Apenas si duró un
par de minutos, apenas si el sol comenzó a desvanecerse que me
le quede mirando como nunca antes, fue allí y no antes que ese
momento en el cual las cosas se detienen que ocurrió, fue en
ese instante y no después que las escaleras comenzaron a
alejarse, el viento parpadeaba… ella me regaló el nombre de
los árboles y le dí entonces a esa pequeña
magia, un nombre….
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